¿Quién se apunta a una sesión de cine?
Os propongo
adentrarnos en el cine que nos habla de forma directa o indirecta sobre la educación.
Tenemos ejemplos muy claros, como Rebelión
en las aulas, Mentes peligrosas o
El club de los poetas muertos. Hay también
otros ejemplos menos conocidos, o que tienen la educación o la figura del
profesor como un elemento más de la trama y no como tema central. Entre estas últimas, podemos citar títulos como
Déjate llevar, American history X, Profesor Holland, Lolita, Historias de la radio o El
dilema.
Pero, ¿por qué se produce este reflejo de la educación
en el cine? Los medios de comunicación transmiten una imagen concreta de la educación
y el profesorado. ¿Se corresponde con la realidad el estereotipo que
transmiten? En su artículo “Estereotipos y valores de los profesores en el cine” Felicidad Loscertales Abril nos dice que:
“Aunque se
discute mucho si los medios crean la opinión pública o la siguen y confirman, en
el estado actual de la cuestión es innegable que existe una relación circular e
interactiva entre ambos fenómenos (Loscertales y Marín, 1993)”.
Loscertales considera que en el cine no se trata la educación para revisar la ideología
pedagógica o por mejorar la práctica docente, sino que se suele usar la educación
y sus protagonistas (profesores y alumnos) para tratar temas más amplios,
actuales y generalmente de calado social, en los que sin duda se atribuyen
ciertos atributos a la figura del profesor.
Fotograma de American history X, que trata el racismo como tema central con la educación como telón de fondo. |
Lo que se
pretende en este post es analizar a los profesores de película, de modo que
hablaremos de dos casos: Profesor Holland (en
este post) y Déjate llevar (en el
siguiente).
[Podéis
consultar las fichas técnicas de ambas películas en los siguientes enlaces:
Déjate llevar à http://www.filmaffinity.com/es/film488352.html]
Profesor
Holland nos cuenta la historia de Glenn Holland, un músico
profesor que poco a poco descubrirá en las aulas su vocación como docente. La película
empieza con un Holland inmerso en la creación de su primera sinfonía y que
decide impartir clases para poder subsistir mientras compone esa obra que le
hará rico y famoso. Poco a poco, la película hace un repaso de toda su vida
docente (aunque sin obviar su vida personal), abarcando unos 40 años
aproximadamente.
Asistimos a la
metamorfosis que experimenta Holland a través de su trabajo, su relación y
progresiva implicación con las sucesivas generaciones de alumnos y con sus
compañeros. Esto influye en parte de forma negativa con su familia, que
considera que se implica con sus alumnos más que con ellos.
Al principio,
Holland es un desastre, y la directora le reprocha su falta de interés por los
alumnos. Considera que “Un profesor tiene
dos trabajos: llenar las mentes de sabiduría, sí, pero lo que es más
importante: dar a esas mentes un rumbo para que ese conocimiento no sea inútil.
No sé lo que hace usted con el conocimiento Sr. Holland, pero como brújula es
un desastre”.
Sin embargo, irá descubriendo
su vocación al prestarse a ayudar a algunos alumnos como la joven clarinetista
Gertrud Lang o a Rass, el jugador de fútbol
que necesita salvar su expediente académico. La motivación se convierte
entonces en la clave para Holland y en la clave misma de la película. Prueba de ello
es la conversación con Gertrud Lang:
- Holland: ¿Se divierte tocando?
- Lang: Es lo que me habría gustado
- Holland: ¿Sabe lo que hemos hecho mal, señorita Lang? Hemos estado
tocando las notas de la partitura
- Lang: ¿Y qué más podíamos tocar?
- Holland: Bueno, hay mucha más música que las notas de una
partitura. […] Tocar música tendría que ser divertido, sale del corazón, se
trata de los sentimientos y de emocionar a la gente, y de algo hermoso como
estar vivo. Y no solo de unas cuantas notas en una partitura. Yo puedo
enseñarle esas notas, pero no puedo enseñarle todo lo demás…
Holland se enfrenta,
además, a algunos obstáculos durante su carrera como docente. En sus inicios,
recibe críticas y tiene problemas con la dirección de la escuela porque junto
con los clásicos como Chopin o Bach, enseña también nociones de rock&roll. El
subdirector considera que su misión es enseñar y que no se puede enseñar ni
aprender si no hay disciplina, cree que “El
rock por su propia naturaleza es el fin de la disciplina”. Además, se
plantea qué se les dirá a los padres cuando pregunten por el tema. Y Holland,
en ese momento ya convertido en un buen docente responde: “Dígales que yo enseño música, y que me serviré de todo, desde
Beethoven a Billy Holliday o el rock&roll si creo que me ayudará a enseñar
a un alumno a que ame la música”.
Otro obstáculo
en la vida de Holland es la paradoja de que su hijo sea sordo. Cuando es
pequeño, les recomiendan que lo traten como si no fuera sordo, que no usen
señas con él para que no se acostumbre, porque eso le ayudará a integrarse en
un mundo de oyentes. Pero a la vez les dicen que podrán llevarlo a escuelas
especiales. Para Holland, compaginar la atención a su trabajo y la atención a
su hijo es algo muy complejo. La sordera de su hijo y el modo de educarlo crea tensión
y conflictos constantes entre él y su mujer, quien considera que lo desatiende.
Cuando su hijo Cole es ya un adolescente se enfrenta con Glenn y le dice
abiertamente que cree que lo considera un tonto, que está sordo pero sabe lo
que es la música que él tanto ama y que podría saberlo
mejor y conocerla más si él le ayudase. Esto trastorna a Holland, quien cambia
radicalmente su actitud hacia Cole e intenta involucrarse más en su educación,
sobre todo en la parte musical del asunto. Y se ofrece para dar clases en la
escuela de su hijo, para ayudarle a él y otros jóvenes sordos a apreciar y
disfrutar la música. Esto consigue disipar la tensión familiar y hace que
aflore una relación más amorosa y dulce.
Discusión entre Holland y su hijo Cole |
Sin embargo,
las dificultades económicas hacen que el instituto de Holland suprima todo el
programa de música, artes y teatro. Eso supone que se queda sin trabajo a los
60 años. Y él está abatido: “Es gracioso…
me metí en esto casi a la fuerza y ahora es lo único que quiero hacer”. Pero
Holland ha sido un excelente profesor y por ello, los alumnos (los de ese curso
y los antiguos alumnos) le preparan una despedida/homenaje. La maestra de
ceremonias es la alumna a la que ayudó en los inicios de su carrera, Gertrud
Lang, que ahora es gobernadora (la muchacha del clarinete con la que Holland
empieza a descubrir su vocación como profesor). En su discurso, dice que
Holland:
“Ha logrado un éxito que sobrepasa la riqueza y la fama. Mire a su alrededor: no hay una sola vida en esta sala en la que usted no haya influido. Y todos nosotros somos mejores personas gracias a usted. Nosotros somos su sinfonía, Sr. Holland. Somos las melodías y las notas de su concierto y somos la música de su vida”.
De modo que
Holland se hace a sí mismo como profesor, descubre su gran vocación sin
quererlo. Y eso es justamente lo que necesita cualquier profesor, pero sobre
todo el profesor que pretende innovar en sus clases. Holland innova con sus
alumnos, por ejemplo, cambiando la función de final de curso: de una obra
clásica (algo de Shakespeare, por ejemplo) a una revista musical de Gershwin. Precisamente
durante el montaje de esta revista, podemos escuchar la clave de todo de boca
de una de las alumnas de último curso, Rowena:
“Me encantaba su clase, su modo de enseñar. Usted ama la música y hace que los chicos la amen con usted”.
Y finalizo
el post con la escena final de la película, en la que Glenn Holland dirige una
orquesta compuesta por todos sus alumnos (actuales y antiguos) que interpreta
el resultado final de su ansiada sinfonía: La Sinfonía Americana de Glenn
Holland.
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